viernes, 29 de enero de 2010

Capitulo 10: Cuando los jubiletas se van de tribunales

Hoy la noticia del día en gabacholandia es la resaca del proceso "Clearstream". En los telediarios, los períodicos no se habla de otra cosa, todo el día de raca raca. Que si Villepin por aqui, el informático por allá. Así resumiendo un poco los hechos, nuestro amigo Dominique de Villepin, peso de los muy pesados de la derecha francesa, estaba acusado de haber sido complice de falsificación de unos listados de cuentas del banco luxemburgués "Clearstream", que era una tapadera para blanquear dinero. En los susodichos listados, entre otros, aparecía el nombre del señor presidente de la república, osea Sarkozy. Ún informático se encargó de falsificarlos, y de mandarlos a un juez anticorrupción que rápidamente se olió la chamusquina. Y cómo el amigo Dominique o "Dodo", para los amigos, era por aquella época Ministro de Exteriores, se le acusaba de conocer los hechos y no haberlos denunciado. ¿Por qué? Pues porque en esa lista aparecía el nombre de Sarko, su mejor enemigo. De no haberse descubierto la falsedad de esas listas, la carrera política de Sarko se hubiese hundido, y obviamente no estaría donde está. Asi que según la acusación, Villepin salía ganando con su silencio. Ayer, el Tribunal Correccional de Paris, absolvió al ex-primer ministro de todos los cargos. Un veredicto que lo colocó de nuevo en la palestra pública y consumó la ruptura definitiva de la derecha, que ahora se divide entre "Sarkozystas" y "Villepenistas". Vamos, que los socialistas ya pueden dar gracias, porque la prensa por una temporadita se va a olvidar de sus peleas. Y lo más importante, que al monarca y omnipresente Sarko le ha salido un competidor muy duro, y en su propia casita. Porqué Villepin, aunque diga lo contrario, se presenta en 2012, que os lo digo yo.
Pero bueno una vez hecho el resumen de la actualidad (circuntancis obligan) que me ha dado inspiración para este post, vamos a lo que os quería contar.
Hace ya algunos días, pues me aburría porque no tenía curro (sí, a veces pasa), asi que aproveché la ocasión, pues para explorar otros mundos. Concretamente, el de la justicia. Así que un viernes, decidí aceptar la invitación de mi compi Bénédicte que hace la crónica de tribunales en el períodico, y la acompañé a un juicio. Oye, una cosa entretenidisima, si, si. Bueno tras, la política otra de mis grandes pasiones junto con los deportes, es el derecho, por eso me pareció interesante. Entramos en el Palais de Justice (que es super moderno, y super enorme) y vimos el orden día. Un 3X1 como en el hiper, traducción, que había tres juicios de esos que en España llamamos rápidos. El primero, un señor Campeón de la mala conducción, y para más INRI reincidente. El amigo se había saltado no se cuántos semáforos en rojo y algún control policial. Vamos todo un ejemplo a seguir. El segundo, un señor que había amenazado a su ex-pareja con matarla, y el tercero un chico que se había ido a robar nada más y nada menos que a casa del vecino, y claro pues lo pillaron con las manos en la masa.
Entramos en la sala, muy espaciosa y luminosa. Vamos, que ya nada más cruzar la puerta, uno se daba cuenta de que lo que se hacía en ese lugar era muy serio. Nos sentamos, en los bancos de atras de los abogados, a la derecha el poli de turno, y la izquierda el banquillo de los acusados que en francés se dice le bancs des prevenus, elevado a unos metros del suelo y protegido con media mámpara, para permitir que por el otro lado el acusado saque la cabecita y se dirija al Tribunal. Unos minutos depués hicieron su solemne entrada el señor presidente del tribunal , acompañado de los vocales y la físcal (que aquí se le llama Procureur de la Republique). Cuando todos estos señores y señoras hacen su aparición en escena, pues toca levantarse. Y como alguno del público se le olvide, el señor presidente le llama al orden, y hasta que no se levante, pues no se empieza la sesión. Vamos con en misa, que hay que levantarse cuando entra el cura.
El señor presidente empezó a hablar, y vamos que el maravilloso micro que tenía al lado, pues de adorno, porque una servidora no se enteraba de nada. En este tiempo que llevo en gabacholandia, más o menos me he habituado a lo bajito que hablan los franceses, que a veces no les oye ni el cuello de su camisa, pero es que a este hombre es que no se le oía. Comenzada, la sesión, una de las cosas que más me impresionó, es que aquí todo el mundo respeta el turno de palabra del otro. Vamos, que aquí lo del "Protesto, señoría", no existe. Ya os hable en mi primer post, de la exquisita educación de los franceses, asi que la justicia no podía ser una excepción.
En un momento de la audiencia, mi cuello se giró para echar un vistazo al público. En los bancos, teníamos a un grupo de niños del colegio, cuya excursión del día era precisamente esa asistir a un juicio. Todos ellos, con una cara de estar asombrosamente interesados en lo que ocurría y cuadernito en mano para apuntarlo todo lo que reflejarán en su rapport (memoria) de la visita. Una cosa increíble. No me imagino a los niños españoles asisitiendo a este tipo de actos, seguro que la liarían, con lo bien educados que estamos, servidora incluída. Pero aquí es muy habitual que los gamins, hagan visitas de este tipo, para ir familiarizandolos con la vida civil y el funcionamiento de las instituciones. Y dentro de esta formación, también se tienen que venir, en el curso equivalente a 4º ESO a hacer "unas prácticas" en una empresa durante tres días. En mi curro, todas las semanas tenemos a algún minibecario, y muchas veces me los tengo que llevar de paseo para enseñarles la maravillosa vida del periodista. Vamos, como si fuera su profe. Es muy diver, y para ellos muy instructivo porque asi pues van aprendiendo como es la vida laboral.
Pero sin duda, lo más impactante fue ver en esa sala a personas pues que ya habían cumplido con su vida laboral. Si, si ¡jubiletas! Unos, dos, tres y hasta quince jubiletas en la sala. Bénédicte me contó que muchos de ellos son habituales, que siempre vienen. Y yo pensé ¿es qué aquí no hay obras? Pues haberlas, hailas, pero a los retirados franceses ver las evoluciones de una obra les interesa menos que seguir de cerca la acción de la justicia. Porqué es más productivo lo segundo que lo primero, ya que puedes salir con la carrera de derecho sin haber pisado en tu vida una universidad, todo un chollo.

jueves, 28 de enero de 2010

Capitulo 9: A golpe de chequera




Creo que en alguna ocasión os he hablado del enorme gusto que tienen los franceses por los papeles. Pidas los que pidas, especialmente ayudas gubernamentales, siempre te van a exigir un montón de documentos. Por ejemplo, quieres pedir una ayuda para el alquiler, pues la CAF (Caisse d'allocations familiales), que es el organismo que se encarga del tema, te los sigue pidiendo incluso después de haberte concedido la ayuda en cuestión. Pero no nos distraigamos. A lo que vamos. Una de las cosas que más sorprendió (y me sigue sorprendiendo) es que a los franceses les encanta tirar de chequera. Si, si. ¡Y yo que pensaba que eso sólo lo utilizaban los ricos¡ ¡Ay, qué equivocada estaba!




Cuando fui al banco a abrir una cuenta, mi consejera personal (si, si aqui en el banco tienes tu propio asesor, es decir que esto no funciona como las cajas en España que tú vas, pillas el numerito y vas a la mesa que te toque, aqui si necesitas algo pides rendez-vous con tu consejero particular) me preguntó si quería una chequera. Al principio no entendí muy bien porqué me lo preguntaba. Eran las tres de la tarde, recien despertadita de mi siesta, y asegurandome de que no me faltaba ninguno de los papeles requeridos para abrir una cuenta, es decir fotocopia del DNI y justificante de domicilio (la nomina y la justificante de mis última cuentas pues no los pude presentar) pues estaba yo como para procesar información. Le dije que no, que no la utilizaba. Cuando sali de la sucursal, pensé ¿A qué viene lo de la chequera? Más tarde lo comprendí.




En una tarde de sábado, en la que me fui a hacer mi primera compra en el Super Geant, Super descuento, que viene a ser como el Lydl francés, mi pregunta encontró su respuesta. Cola de la caja, una señora de unos 50 años, a ojo de buen cubero, se disponía a pagar su compra. La cajera le hizo la pregunta de rigor. "En efectivo, Carte bleu (que es como se le llama a la tarjeta de crédito) o con cheque. "Con cheque", respondió la clienta. Al escuchar la palabra, mis ojos, hasta ese momento distraídos en el analisis de mi compra, se volvieron hacia la caja. Y ahí estaba la señora, con la chequera en mano disponiendose a estampar su autografo en el cheque al portador de un valor de 55 euros (el importe de la compra). En Francia, la gran mayoría de los establecimientos aceptan cheques a partir de los 10 euros. Y mucha gente, no duda en tirar de ellos cuando tiene que pagar cantidades superiores. Incluso que sobrepasen uno o dos euros. Y digo yo, ¿no es más práctico pagar con la tarjetita, que acabas antes? Pues a veces no.




Otra de esas tardes-noches, en las que mi vagancia llega hasta su máximo limite y me impide hacer la cena, me fui a la pizzeria del barrio, regentada por un trio de mecs (= tios) muy simpáticos. La clienta que estaba delante de mi sacó su chequera para pagar la cantidad de 13 euros. Mi asombro fue mucho mayor que con la señora del supermercado, porque bueno pagar 55 euros con cheque, pues bueno, pase. Pero ¿13 euros? Si es más fácil llevar un billete de diez y las moneditas que cargar con la chequera. Porque lo de la tarjeta, descartado. En la pizzeria no se puede pagar con tarjeta. Pero no, la señora pagó con su chequera.




Visto lo visto, pues decidí volver al banco y encargar una chequera. Por eso, y porque para sacarme la tarjeta del transporte público, pues me pedían un cheque de 6 euros. Pero al final, pues no fui, porque me enteré de qué para sacar la tarjeta podías ir al truc (palabra comodín utilizada por los franceses para designar cualquier cosa) de la empresa de transportes y pagar directamente con la carte bleu. Una, que es lenta de reflejos, como Acebes. Asi que mi chequera ahí sigue esperándome en el banco, aunque dudo que vaya a recogerla. Cuando uno llega a un país nuevo intenta adptarse a sus costumbres, en este caso hablar bajito, comer a las 12 y darle los buenos días a todo el mundo. Pero, con la chequera no puedo. Es demasiado incómodo. O quiza sea que no me gustan tanto los papeles. Si hubiese sido de Salamanca...